No falla. La fascinación de la izquierda por el régimen castrista es de manual. Un régimen que no se caracteriza precisamente por su libertad y democracia, conceptos con los que la izquierda se llena la boca, pero del que hacen bandera los progresistas de salón. Eso sí, seguro que ninguno de ellos querría verse en la situación del pueblo cubano.
Ya estaba tardando el Gobierno de Zapatero en aparecer por Cuba, precisamente, en un momento tal delicado como el que vive la isla. La noticia de la visita del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, junto a las secretarias de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, y de Cooperación Internacional, Leire Pajín, podría suponer, no obstante, una buena nueva si se enfocara adecuadamente. Sin embargo, el viaje ha levantado todo tipo de suspicacias, tanto entre la disidencia cubana como entre nuestros socios europeos, ya que todavía está reciente el rechazo de la administración castrista a la cooperación procedente de la Unión Europea desde la crisis de 2003, abierta tras la decisión del bloque comunitario de endurecer su política hacia la isla en protesta por la ejecución de tres secuestradores y las condenas sumarísimas a 75 disidentes.
Para que no haya género de dudas, Moratinos ha dejado bien claro que la actitud del Gobierno será la de desarrollar una política activa de acercamiento, frente a la actitud de Europa de no hacer nada de momento, aunque ello entrañe riesgos. Otro ejemplo más de que España va por libre en su política exterior y que se sigue guiando por rancios convencionalismos propios de la izquierda, que se encuentra más cómoda con gobiernos populistas que con sus socios europeos, y por supuesto, lo más lejos que se pueda de Estados Unidos.
Es una lástima, porque si este viaje estuviera bien aprovechado podría suponer un paso adelante en el proceso de integración de Cuba en el orden mundial, al ser España el interlocutor natural entre la isla, Europa y Estados Unidos. Sería muy deseable que España mostrara una mano amiga pero firme, donde se tuviera en cuenta a todos los cubanos, los de dentro y los de fuera, donde los disidentes pudieran encontrar un lugar para el entendimiento con el resto de la isla. Porque el futuro de Cuba es de los cubanos, de todos los cubanos.
Es preciso ayudar a Cuba a recomponer sus relaciones con la Unión Europea y Estados Unidos, fomentar los intercambios entre Cuba y el exterior, buscar el diálogo con aquellos sectores del régimen más abiertos para lograr el camino hacia la democracia en un futuro. Desde luego, hay que huir de la tentación de fomentar un nacionalismo populista, como es el caso en estos momentos.
De nada sirve un viaje en el que se va a hacer la vista gorda a esta situación, disfrazándola como una visita obligada por intereses económicos, que también. Llegar a Cuba asintiendo a todo lo que diga el régimen no tiene sentido ni utilidad y, además, es la postura más fácil y cómoda. España está perdiendo una oportunidad de oro para erigirse como el árbitro de una situación delicada de política internacional. Pero ya lo hemos visto con el tema del Sahara. Es mejor ir con la corriente que trabajar de firme por modular las cosas.
Zapatero tiene la ocasión de aprovechar esta oportunidad. Todo lo demás es literatura.